Día 17. Tiempo muerto

Me levanto y está lloviendo. Eso significa que hoy no hay terraza, ni rato de tomar el sol ni de jugar a la pelota. No importa. Soy como una planta de interior, a gusto bajo la luz de la bombilla, del fluorescente o del foco de luz correspondiente.

Desayuno, juego a la plastilina y veo el nuevo espectáculo de los titiriteros en el ordenador. Me dan el cambio y, como en una carrera de relevos, cojo los bártulos sin perder un segundo. Mando correos, trabajo en el proyecto y sigo escribiendo un artículo. Reviso los boletines epidemiológicos. A mediodía grabo un audio de cinco minutos dando mi opinión de experta. Visto el nivel reinante mi explicación es digna de Fernando Simón, aunque está feo que yo lo diga.

Comida. Trabajar durante la siesta de J2 como si tuviese delante una bomba con un segundero que indica el tiempo que falta para que estalle. Y siempre estalla. Merienda, juego, más juego, salir a las ocho al balcón a saludar a la abuela de enfrente, a la que vemos perfectamente con el cambio de hora. Después el ritual de cena, baño y a dormir.

Y caer en el sofá en un día sin tiempos muertos. Otro más. Quién pudiera aburrirse.

#cuarentena #covid-19

Autor: Isabel

Soy Isabel. A veces escribo. Hoy es una de esas veces.

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