Padres

Con el principio de curso regresan a la ciudad los autobuses llenos, los bocinazos de los coches, los niños que, todavía con los ojos llenos de legañas, caminan zombies hacia el colegio y las madres, padres y abuelos que los acompañan.

Me cruzo al padre que pasea al lado de su hijo con las manos en los bolsillos y la vista al frente, como si ambos se hubiesen encontrado de casualidad y, también por puro azar, compartieran el mismo camino. Está el padre machote, que desafía al frío mañanero de manga corta, con unos vaqueros viejos y sin afeitar, y que carga con una sola mano la mochila de ruedas de Dora la Exploradora.

El padre ocupado va con traje y anda a toda velocidad hablando por el teléfono móvil. De vez en cuando mira hacia atrás para asegurarse de que su hijo le sigue. Normalmente éste camina acompañado de otros niños con padres tan ocupados como el suyo.

También los bohemios maduran, tienen hijos y llega el día en que los tienen que llevar al colegio. Eso no evita que caminen con la gorra calada hasta las orejas, la barba poblada que lucen desde muchos años antes de que se convirtiese en icono hipster, y fumando tabaco de liar. Mantienen conversaciones muy serias y sus hijos suelen mirarles con ojos como platos, sin terminar de entenderles.

Por último, está mi favorito. El  padre joven que me cruzo todas las mañanas y que va jugando con una niña pequeña con coletas. Un hombre que se ríe, que presta atención a la conversación y que no parece tener prisa por aparcar a la pequeña en el colegio. Un padre que me hace preguntarme en qué momento del ciclo estaré, para que caminar jugando al veo-veo me parezca el súmmum de lo atractivo.

Autor: Isabel

Soy Isabel. A veces escribo. Hoy es una de esas veces.

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