23 de febrero 2022

Descuelgo el teléfono en cuanto empieza a sonar. Estaba esperando la llamada: 

— ¿Isabel?

— Sí, soy yo, — respondo con la voz entrecortada.

— Muy bien, tranquila, respira hondo. Estamos aquí para ayudarte.

— Estoy muy nerviosa.

— Es comprensible, pero tú limítate a seguir las instrucciones. ¿Ves un cable rojo?

— No hay ningún cable rojo.

— Vaya. ¿Verde? ¿Azul? ¿Magenta? ¿Cian?

— Solo hay un cable gris. 

— Pues tiene que ser ese, no hay más. Sepáralo con cuidado, coge unos alicates y córtalo.

— No tengo alicates, ni siquiera tengo tijeras. ¿No vale con que lo desenchufe? 

— Es muy difícil obtener resultados óptimos sin seguir las indicaciones, pero qué se le va a hacer. Desenchúfalo y ya veremos qué pasa.

— ¿Y si salto por los aires?

— Eso solo ocurre con los cables rojos y azules. Una vez cada uno, para ser exactos. Así no se generan prejuicios frente a un color determinado. 

— De acuerdo. Ya está. 

— ¿Funciona?

— Parece que… ¡Sí! Ya ha vuelto la señal. ¡Está imprimiendo!

— Perfecto. Gracias por contactar con el servicio técnico. Cerramos la incidencia. 

Autor: Isabel

Soy Isabel. A veces escribo. Hoy es una de esas veces.

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