Semana del 15 al 21 de enero

Las chicas están enfermas. Eso significa pasearse por la casa armada de una jeringuilla con paracetamol que se va poniendo más y más pegajosa, repartiéndola a diestro y siniestro. Encontrar en la mesilla las piezas de ese rompecabezas de plástico transparente que es el ventolín — un tubo, una mascarilla, un soporte que contiene el fármaco —. Dejar un día tras otro las mantas desperdigadas en el sofá, la casa sucia, que haya barra libre de televisión. 

La pérdida del sentido del tiempo y del orden. La vida.

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Escribo en un email de trabajo la palabra “presuntuoso”. Mañana me asignan un sillón en la RAE.

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Veo un vídeo en redes sociales. En él aparece un grupo de periodistas de la ciudad de Nueva York grabando cómo un camión eleva un contenedor de basura y vacía el contenido en su interior. El tuit explica que se ha estrenado un método innovador para la recogida de residuos en la ciudad.

Es fascinante mirar el pasado como si se estuviera contemplando el futuro.

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Asisto a una reunión en la que el organizador realiza una larga disertación sobre todos los tópicos de la libertad de antes y la generación de cristal actual, mientras yo hago como que tomo notas en mi cuaderno y tarareo para mis adentros killing me softly a lo Pitingo.  

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Los miércoles hay meriendas a 1 euro en el colegio. Las organizan las familias de sexto para costear el viaje de fin de curso. La gente se amontona frente a las mesas antes de que los niños salgan, mucho antes incluso de que la comida esté dispuesta, como si no hubieran comido en años. 

J2 ve la mesa de meriendas nada más salir. Insistente, pide un perrito y A se une a la petición de su hermana. Respiro hondo, me armo de valor y me acerco al gentío, con una niña en brazos y la otra cogida fuertemente de la mano.

Me pongo a un lado, tras un grupo de gente que parece formar cola. Error. Allí no hay fila que valga, y los niños más mayores me adelantan por todos los lados, alentados por sus padres. Con dificultad llego hasta las mesas, pero allí nadie me hace caso. La gente pide meriendas a gritos y los padres sirven galletas, perritos y chocolate a la taza como pollos sin cabeza. 

Una madre conocida grita a mis espaldas. Identifico su voz, me giro y nos saludamos con una sonrisa. En ese momento estira la mano y coge el perrito caliente que me estaban preparando, antes de que me de tiempo a reaccionar. Me he colado, exclama, risueña. Pues sí, le respondo, sin rastro de su alegría. Me mira con los ojos muy abiertos, expectante. Espera que diga algo más, que me ría o que añada algún comentario que quite hierro al asunto. No lo hago. Se aleja entonces con su botín, rápidamente y sin despedirse, y yo me quedo ahí varada, viendo cómo se agotan los perritos.

A veces lo único que quiero es la katana de Kill Bill. 

En la imagen mi alter ego cuando me roban la merienda del cole (screenshot de Kill Bill).

Semanas del 25 de diciembre al 7 de enero

El regalo de Amazon no llegaba a tiempo.

Había cola en la sección de juguetes de El Corte Inglés.

No encontraba la muñeca en la tienda.

Yo este año les he dado dinero para que sus padres le compren lo que quiera.

Mantener el secreto de la Navidad intacto es como caminar por un campo de minas. 

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En el mostrador de facturación nos dicen que el carro de A tendrá que ir en bodega. Pero es una pieza de equipaje de mano, respondemos, y comenzamos a enumerar la normativa al respecto. En ese caso, pregunten al personal de embarque.

Al llegar a la puerta de embarque la persona que hay allí nos dice que tenemos que facturar el carro. Repetimos la explicación. Preguntad al personal de pista, responde, encogiéndose de hombros.

Cuando el personal de pista se acerca a nosotros a los pies del avión repetimos la historia por tercera vez. Cada vez más perfeccionada, en versión 3.0. De acuerdo, nos dice un hombre con unos cascos, un chaleco y una carpeta entre las manos. Podéis preguntar al personal de cabina, a ver qué os dicen. 

La azafata nos mira aburrida mientras le explicamos toda la historia del carro. Yo no he visto nada, responde, cortando el final de la frase. 

Y éste es un ejemplo perfecto de cómo las cosas se solucionan, muchas veces, por puro aburrimiento.

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Hola, ya hemos llegado. Todo está fenomenal pero no hay casi vasos ni platos y somos cuatro personas. Tres días después, cuando regresamos por la noche al apartamento en la que será nuestra última cena en la ciudad, un único plato verde nos espera sobre la mesa. Problema resuelto.

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Oporto se cae en pedazos pero qué hermosas son esas baldosas medio rotas, las fachadas apuntaladas, los edificios abandonados con letreros de otra época.

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Compro dulces como si fuera una maestra pastelera. Pão de Ló. Croissants. Pastéis de nata. Rebanadas. Bolachas de batata. Bolo do rei. Probaría toda esa pastelería amarilla y reluciente. Me comería Portugal entera.

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Observo todo con atención, pero mi cerebro también está de vacaciones y no soy capaz de escribir más que sobre obviedades: la espera en la Torre dos Clérigos junto a un grupo de amigos franceses cuyos niños son peligrosamente iguales entre ellos. La talla de madera de Cristo ensangrentado que da miedo a J2 en la Iglesia do Carmo hasta el punto de salir huyendo. Mi odio profundo a los turistas japoneses.

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La ciudad es un cielo gris. Los charcos se forman entre los huecos de los adoquines. Las luces de navidad se reflejan en el agua y crean destellos rojos y verdes. La niebla asciende desde el río y se confunde con el humo de un puesto de castañas.

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Una mujer se ha hecho fuerte en una de las vallas de la cabalgata de reyes. A su lado, un niño que no llega al metro de altura mira hacia todos los lados, despistado. J2 y L se colocan a su lado, se agarran a la valla metálica. ¡Te dije que no te movieras ni un centímetro! Grita nerviosa la mujer a su hijo. ¡Ahora no cabrá Arantxa! Los minutos pasan, la gente se va arremolinando para ver la cabalgata. ¡Arantxa no va a tener espacio! Exclama, sin mirar a nadie en concreto, como si la multitud fuera a recoger su queja. Finalmente empieza la cabalgata, pasan los figurantes, los Reyes Magos, la muchedumbre se disuelve. Ni rastro de Arantxa. Me temo que no existe.

En la foto, Oporto, el Douro y las casas más enteras de toda la ciudad.

Semana del 18 al 24 de diciembre

¿Sabéis esas películas de asesinos en serie en las que un corcho preside la pared del despacho del jefe de policía? El corcho está lleno de fotografías de sospechosos, recortes de periódico y objetos diversos, y en él existen múltiples líneas que enlazan los distintos puntos en todas las direcciones.

Una tontería al lado de la lista de los regalos de navidad de mis hijas y de a qué familiar le corresponde cada uno.

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El último reto del cole es que J2 se haga una foto en el Alma del Ebro. Me encanta esa escultura pero está muy lejos de casa, hace frío y estamos fuera el fin de semana, con lo que las oportunidades para ir son muy pocas. Así que opto por enviar una foto de la primavera pasada, de un día que hacía frío, esperando que no se noten las diferencias. 

Le he dicho a L que en esa foto tenía 2 años, me dice J2 tranquilamente en la merienda, mientras unta galletas en la leche. Ahora tiene 5. No intentéis que un niño mienta por vosotros. 

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“Disculpa que te envíe un correo electrónico a estas horas”.

Firmado: alumno que cree que vivo actualizando el correo electrónico 24 horas al día, ansiosa por responder a tiempo real.

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Saco la libreta. Cerca de mí, A ronca. Abro la libreta. A se mueve, estira los brazos. Para cuando he quitado el tapón al bolígrafo ella ya ha abierto los ojos de par en par. Y así siempre. 

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La profesora de J2 pide familias voluntarias para participar en un taller navideño. J1 y yo nos ofrecemos para ir. Solo puede ir uno, responde. Perdona, es que en tu mensaje hablabas de familias. Pero es que si venís los dos no caben más padres. Ya, pero nos hemos ofrecido porque has escrito que podían participar las familias. Sí, así es. Venid solo uno.

¿Sigo insistiendo en que debería haber especificado que lo que quería era un único miembro del núcleo familiar? Me pregunta J1, que empieza a divertirse con esa conversación absurda. Déjalo ya, respondo, sintiéndome magnánima. Sacar a la profesora de ese bucle es mi buena obra del día.

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Hablando de conversaciones absurdas. Una vez fui a ver a Faemino y Cansado. Los espectadores de la fila de detrás lloraban de la risa. La pareja de delante se miraba en los momentos de más hilaridad y negaban con la cabeza, arrugando la nariz. Las dos Españas, si me preguntan.

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Vamos a una juguetería. Cada vez que elegimos un regalo, J1 lo asigna en voz alta. Éste lo traerán los Reyes. Éste, lo cagará el tió. Veo como una niña de unos 6-7 años se acerca por el pasillo y mi cabeza comienza a funcionar a toda velocidad. Cuando J1 selecciona un nuevo regalo de las estanterías noto cómo todos mis músculos se tensan y el corazón bombea a toda velocidad. Y éste… Éste, interrumpo, tratando de sonar neutral, será para el cumpleaños de A. J1 me mira extrañado y la niña sigue su camino tranquilamente, sin que haya notado nada.

Y así se salva el espíritu de la Navidad.

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En la foto una bonita estampa del banco de imágenes para desear a todos feliz Navidad (Photo by Pixabay on Pexels.com)

Semana del 11 al 17 de diciembre

Tengo una herida en el antebrazo que no termina de curar. Me pica todo el tiempo y no consigo olvidarme de ella. La herida va cicatrizando por un extremo, pero por el otro se extiende, brazo arriba, como un animal que no deja de deslizarse. Pienso que llegará el momento en que alcanzará la axila, y de ahí saltará hasta el tronco. Desde el tronco ascenderá por el cuello y al final llegará al cráneo, momento en el que ya no podré hacer nada y moriré. Debería coger cita con la médico de familia, me digo a mí misma.  Me encojo de hombros, dejo de rascarme y continúo mirando regalos en Amazon.

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Durante más de 10 minutos la empleada de la papelería me enseña libretas de tapa blanda pequeñas, libretas de tapa dura con la cubierta estampada, libretas lisas de papel cuadriculado. Yo le he pedido una libreta pequeña, de tapa dura y lisa, y preferiblemente de papel sin pautar. Pensaba que era una libreta estándar, le digo, cuando veo que está empezando a sudar. Bueno, piensa que hay muchas opciones, responde. Libretas de tapa dura, tapa blanda, pequeñas y grandes, lisas o estampadas, papel blanco, cuadriculado, rayado… La combinatoria es casi infinita. Al final me quedo con una libreta que no es exactamente lo que quería pero que se acerca bastante. ¿O vosotras podéis iros con las manos vacías después de que la vendedora os haya enseñado media tienda?

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Mamá! ¡Ha dicho joder! Ya, mi amor, pero no te tiene que oír todo el restaurante. ¡Pero ha dicho joder! Te he escuchado. De verdad, no hace falta que lo repitas. ¿El qué? Esa palabra. ¿Joder? 

La edad media de emancipación en España son los 30,3 años. Ya falta menos.

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Voy a una tienda muy pija. Está llena hasta los topes y me toca esperar casi en la puerta. Una chica entra poco después. Se queda mirando el panorama, confundida. Se gira hacia mí. ¿Hay algún tipo de turno establecido? Me pregunta, muy educadamente. No, respondo. Hay que pedir vez. Como en la verdulería, añado, por si no le había quedado claro. Me mira, espantada, y se aleja discretamente. Nunca la palabra verdulería había sonado tan sucia.

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La pantalla del teléfono se ilumina. “Mándame una foto de las chicas”. Tu mensaje me pilla entre grito y grito, con un jersey a medio poner, la leche vertida sobre la mesa, un pañal abierto sobre la cama y la camiseta recién puesta llena de mocos. “Ahora mismo, cariño”. 

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Ir con niños al museo es sinónimo de que el guardia de seguridad se convierta en tu guardaespaldas. Sientes su presencia constante, su aliento en la nuca, moviéndose detrás de ti por cada una de las salas. Veo por el rabillo del ojo cómo una pareja de abuelos acercan la nariz a un cuadro, y a un grupo de adultos señalar la luz de Madrazo con el dedo peligrosamente cerca del lienzo. Mientras tanto yo sostengo dos manitas con fuerza mientras finjo que me estoy enterando de algo.

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A ver si nos vemos pronto, escribo en un mensaje. Y ese a ver si nos vemos sin límite temporal se pierde en el montón de las cosas que no van a ocurrir nunca. 

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En la foto un brazo sano, hermoso y terso. Porque no hay fotos que reflejen la fealdad en los bancos de imágenes (Photo by Juan Pablo Serrano Arenas on Pexels.com)

Semana del 27 de noviembre al 3 de diciembre

La librería cambió de ubicación.

En el local donde estaba pusieron una tienda de material policial y militar. Mal.

En el local donde estaba la tienda de material policial y militar pusieron una floristería. Requetebién.

En el local donde estaba la floristería apareció una inmobiliaria. Regular.

Mal, requetebién, regular. 

Así se mantiene el equilibrio en la ciudad.

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Las chicas me piden que les monte una casa con los cartones de las estanterías. Cada vez que lo intento la casa se cae sobre ellas, como un castillo de naipes. ¡Terremoto! Grito en todas las ocasiones, tratando de disimular mi error, y ellas ríen pensando que lo hago a propósito. Y esto es la maternidad: meter la pata mientras una finge que lo tiene todo controlado.

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¿Mi definición del éxito? Preguntar algo en un chat de 20 personas y que nadie haya respondido 2 días después.

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El reto de J2 de esta semana consiste en hacerse una foto con el “gran reloj de sol”. Discutimos con J1 sobre cuál es el reloj de sol más grande de la ciudad. Él me enseña una foto de Google Maps mientras yo esgrimo una entrada de la Wikipedia. Al final, tras un largo tira y afloja, hago prevalecer mi opinión de autóctona. En el reloj de sol nos recibe una placa conmemorativa del libro Guinness de los Récords. Estoy tan orgullosa que hago posar a J2 señalando la placa. Cuando envío la foto a la tutora descubro que, del gran reloj de sol, ni rastro. 

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Mi hija de 5 años está sentada en el sofá hojeando un cómic de la Patrulla X editado en 1980. Le doy las buenas noches y me voy a la cama. Tengo demasiado sueño como para que nada me extrañe.

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Encuentro un vuelo asequible por Navidad. Busco cosas que ver en la zona. Trazo un posible itinerario. Localizo un alojamiento que reúne las condiciones deseadas. Cuando todo está organizado regreso a la página de vuelos y descubro que los precios se han duplicado en apenas unas horas. Otra bonita mañana de trabajo perdida.

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Hola, me encanta cómo explicas todo. Solo una pregunta. ¿Va a acabar pronto la clase? Y así todos los días.

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Quedamos a comer con D. Está cansado del trabajo pero aguanta porque cree que podrá prejubilarse en pocos años. Tengo que comprarme la finca y empezar a plantar árboles, nos explica. Si no empiezo ya llegará la jubilación y no tendré sombra para echarme la siesta. Si eso no es entender la esencia de la vida, que baje dios y lo vea.

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Me contacta por WhatsApp una amiga con la que hacía años que no hablaba. Qué alegría más grande. En los años en que no hemos hablado se ha cambiado de nombre y ya no es ella, sino elle. Tomo buena nota para no equivocarme. Una solo quiere que sus amigues sean felices.

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Me siento en una terraza al sol. Pido un vermut. La temperatura es perfecta. Cierro los ojos, respiro hondo. El vermut llega en seguida. Lo cojo, doy un sorbo. Entonces, escucho una voz: mamá, caca.

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En la foto una floristería ignorante de que, en el futuro, otro ocupará su lugar (Photo by TheGlory on Pexels.com)

30 marzo 2022

Ay, qué asco, por favor, ven corriendo antes de que se esconda. Pásame algo: un trapo, una escoba, el bate de beisbol del niño. Si se mueve me muero. Esto es el cambio climático, cada vez aparecen bichos más grandes. Abre la puerta, tú que estás más cerca. Coge un zapato y dale un golpecito, a ver si quiere salir. ¿Y si le tiramos agua? El insecticida no le hace nada, sobreviviría a una guerra nuclear. Venga, haz un cucurucho con el periódico e intenta meterlo dentro. ¿Que no tenemos? Usa el catálogo de juguetes. Total, hasta la próxima navidad no tenemos que comprar nada. Mira, tengo la piel de gallina y escalofríos por todo el cuerpo. ¿Estás seguro de que no se ha movido? Ya te lo dije, tenemos que cambiarnos de casa. Me marcho, no puedo más con esta tensión. Apaga la luz y deja la ventana abierta. Con un poco de suerte se marchará. Tú quédate y me avisas si hay algún cambio. Buenas noches. 

23 de marzo 2022

A la Rosalía la escuchaba yo cuando no la conocía nadie. La fui a ver a un concierto y estaba ella, el guitarrista, y cuatro despistados. Qué voz, qué sensibilidad. Era puro arte. So, soooo good. Ahora, chica, ¿pero qué dices? Seamos serios, eso de la motomami no lo entiende nadie. Se van a Miami, empiezan con el spanglish y pierden su esencia. Es una lástima que se haya vendido así a la industria, pero la fama es traicionera. Tendría que haberse quedado aquí, actuando en salas de conciertos pequeñas. A estos jóvenes artistas no les interesa la música, solo el dinero. Fuck el estilo. 

16 de marzo 2022

— En esta obra he querido expresar la pérdida de identidad del individuo en un contexto globalizado. 

— Muy interesante.

— De pequeño me fascinaba Schopenhauer. El ser quiere ser, es una voluntad que quiere permanecer como ser. Ese concepto ha impregnado toda mi creación artística. 

— Sí, es evidente.

— Esta pieza formará parte de la muestra que presentaré en Documenta. Un mosaico moderno, donde las teselas son sustituidas por individuos que tratan, a su vez, de levantar desde el anonimato un templo identitario.

—  Es arriesgado, pero sin duda será un éxito. ¿Cómo has dicho que se llamaba la obra?

— Caritas. 

9 de marzo 2022

Os habéis pasado, les digo, sin saber dónde meterme. Qué menos, responde uno de mis subordinados, y me toca el hombro con camaradería. No me gusta que me toquen. Tomo nota del gesto mientras me estiro la manga del traje con disimulo. Del techo cuelgan unos paquetes envueltos en celofán, probablemente cajas de Amazon vacías. Hay que ser cutres. ¿De qué sirve contratar a un montón de gente si te felicitan con una decoración digna de alumno de primaria?

Como todavía estamos en invierno, hemos pensado que un toque navideño no está de más, se apresura a informarme la responsable de recursos humanos. Se debe pensar que soy ciego y que no he visto el muñeco de nieve colgando del techo desde diciembre. Está tan alto que no hay quien lo quite, me había informado el de mantenimiento cuando le recriminé que siguiese ahí. Los miro a todos y percibo en sus caras tal expectación que opto por callarme. No sé si sentir ternura hacia los presentes o lástima de mí mismo. 

Al final opto por desearme feliz cumpleaños.

2 de marzo 2022

Acérquense, por favor, no sean tímidos. El oso pardo es una especie cada vez más amenazada en la península, y lo que tienen delante es un ejemplar único. No se lo pierdan. Avancen un poco más, sin miedo. ¿Ven esta línea del suelo? Tienen que ponerse delante, justo en el espacio que queda entre la raya roja y la barandilla. Es un poco estrecho, lo sabemos, pero estamos seguros de que serán comprensivos. Ahora permanezcan ahí, una vez sobrepasada la línea, y hagan todo el ruido que puedan. Griten, golpeen el suelo con los pies, agiten los brazos con fuerza… Es la mejor manera de que el animal se ponga nervioso. Si alborotan lo suficiente el oso se acercará y, tras un buen zarpazo, se comerá a uno de ustedes. Preparen sus teléfonos móviles para grabarlo todo, no los suelten por lo que más quieran. Están a punto de presenciar un espectáculo irrepetible.

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