Semana del 13 al 19 de noviembre

Ahora que todos los enchufes están, por fin, en su sitio, ponemos las estanterías de venta en Wallapop. Al poco rato llega un aviso. ¿Las vendéis con libros? Y con el piso, me dan ganas de responder, pero no me atrevo por si no entienden el sarcasmo. 

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Me llega un WhatsApp de una amiga. Me explica que, después de un largo tiempo de espera, su plaza aparece publicada en el BOE. Adjunta un selfie en el que sale mordiendo un papel, entiendo que la resolución del Boletín Oficial. Qué daño ha hecho Rafa Nadal, escribo, pero en el último momento borro el mensaje. En su lugar pongo un icono sonriente, otro de fiesta y, por si fuera poco, añado un ¡¡Te lo mereces!! Se han iniciado guerras por menos. 

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Los secadores de pelo están ubicados en el pasillo de la piscina cubierta. Es una disposición extraña, porque mientras te cepillas los enredones la gente pasa a tu lado, camino de los vestuarios o de la calle. Me entretengo en mirarlos mientras me peino, sin fijarme en nada ni nadie en concreto, hasta que dos personas llaman mi atención. Son dos señoras, una de ellas grande, negra, con el traje de limpieza. La otra es una señora algo más madura, más pequeña también, cargada con una mochila como si fuera a nadar. Las dos se miran al final del pasillo, se sonríen sin hablar y, después de poco más de un segundo de esa mirada y esa sonrisa, entran en el vestuario una detrás de la otra. En ese momento tengo la certeza de que van a iniciar un tórrido romance en las duchas del centro deportivo municipal. Cojo el secador y empiezo a secarme el pelo. 

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Me despierto por los picotazos de un mosquito. Pero si es noviembre, pienso, adormilada. Abro los ojos de golpe. ¡Pero si ya es noviembre! Tardo un buen rato en dormirme de nuevo.

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Vamos a la playa a pasar la mañana. Llevamos chubasquero y botas de agua. Cargamos dos cometas en el carro de A. Hemos cogido agua, un cubo, dos palas. Montamos las cometas al llegar, extendemos los juguetes de playa. Antes de darnos cuenta J1 y yo sostenemos sendas cometas voladoras mientras A y J2 escarban en la tierra con las dos manos cual perros, lanzándose arena la una a la otra. Así debe ser. 

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Mientras asisto a una reunión interminable pienso en la guerra de Troya. En Helena, Paris y el otro que no era Agamenón ni Aquiles. Pienso en cómo las excusas de unos y otros conducen a Helena, y todo es culpa suya, pero nadie le da voz ni voto. Y mira, como en 2023.

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El animador nos recibe en las puertas de la sala. ¿Qué colores queréis? ¿Necesitáis plastilina? ¡Hala, qué chulo! Pone esa voz impostada que a menudo ponen los adultos cuando hablan con niños, ligeramente aflautada, como si fueran tontos o un poco sordos. Le veo moverse entre las mesas sin borrar la sonrisa de la cara, repitiendo las mismas consignas. ¡Pero qué bonito te ha quedado! ¿Os dejo unas tijeras? Yo le digo a todo que sí para quitármelo de encima, no porque quiera tener más objetos sobre la mesa. Una compañera llega a la puerta de la sala y el chico se dirige hacia ella. Estoy hasta los cojones, le escucho decir. Fuera, el cielo está cubierto de nubes.

people at the beach
En la foto la playa, un día de otoño, el cielo uniéndose con el mar y dos niñas rebozándose en la arena (Photo by David Vives on Pexels.com)

Autor: Isabel

Soy Isabel. A veces escribo. Hoy es una de esas veces.

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