29 de enero 2020

Llevo dos horas cargando la botella vacía de agua. Hace cinco minutos he estado a punto de sucumbir y de tirarla a una papelera normal y corriente. Lo hubiera hecho, pero en ese momento mi hijo mayor ha clavado sus ojos en los míos y ha preguntado, en voz más alta de lo normal: “No irás a tirar la botella de plástico en una papelera normal. ¿Verdad, mamá?”. No hay nada más serio que un niño serio, y aunque debería sentirme orgullosa de la educación medioambiental que les he dado, hubiera querido matarlo. Maldita Greta y maldito cambio climático.  Cada vez que hablan por megafonía me detengo cual perrillo con las orejas levantadas, deseando que digan mi nombre para tener una excusa y abandonar el botellín a su suerte. Como si fuera a entender una palabra. Así que aquí seguimos, dando vueltas por un centro comercial atestado de gente cargando un botellín que me inutiliza una de las manos.Si alguien ve una papelera amarilla que me avise, por favor. Quiero irme a casa. 

Autor: Isabel

Soy Isabel. A veces escribo. Hoy es una de esas veces.

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