Running Central Park

Hay un camino que rodea el Jacqueline Kennedy Onassis Reservoir de Central Park. Dice la Wikipedia que tiene una superficie de 43 hectáreas y un perímetro de 2,5 km. Yo lo único que podría añadir es que es enorme. Gigantesco.

Central Park
Central Park
Central Park
Central Park

Igual que los cinéfilos, los melómanos o los adictos a las compras tienen su propia guía mental de la ciudad, marcada con todos aquellos sitios que deberían visitar, las personas que corremos – sí, los runners – no somos una excepción. Así, si existiese una lista con los 10 lugares imprescindibles en los que correr, probablemente estaría encabezada por Central Park.

Central Park
Central Park

Central Park está incorporado al imaginario de los corredores como uno de esos sitios en los que hay que correr al menos una vez en la vida. No siempre existe un pensamiento concreto, una imagen determinada que queramos reproducir y que nos empuje hacia el parque. Simplemente, vamos. Cruzamos las calles empinadas del Upper East Side dejando el río a nuestras espaldas, viendo como ese decorado verde que parece Central Park está cada vez más cerca, hasta que, en la 5th Avenue, lo abarca todo. Una vez allí, sobrecoge lo frondoso de los árboles, la sensación de aislamiento de la ciudad. Pero sobre todo fascina el reflejo de los edificios del West Side y los rascacielos del Midtown sobre la superficie del lago, como si alguien hubiese encendido todas las luces de la ciudad con el único objetivo de que nosotros podamos disfrutar de ellas mientras corremos.

Central Park
Central Park

Tal vez fui una de las corredoras más lentas del parque. Por supuesto, no me importa. Al menos de momento, me conformo con no tener el estilo de Phoebe.

Circuito Central Park básico. Distancia aproximada: 8 kms.  Recorrido circular. En nuestro caso, el punto de inicio fue el Metropolitan, en la 5ª Avenida. Se comienza hacia el Norte, rodeando el lago, para después continuar por el West Drive. Por la noche los caminos no están iluminados, salvo alrededor del lago, por lo que es recomendable correr por las zonas asfaltadas que ya están cerradas al tráfico (en el suelo están indicadas las zonas para correr, ir en bici o en coche). Es posible continuar por el West Drive o salir a la altura de Columbus Circle para avanzar próximos a la calle 59.

Circuito por Central Park
Circuito por Central Park

Para otras – y más completas – alternativas, nada mejor que el Central Park Conservancy Running Map.

Escaleras

Llegué a Nueva York ayer. Con más retrasos, frío y ruido del esperado. No importa, hay tiempo de sobra.

Mi barrio está lleno de escaleras. Hay escaleras empinadas que nadie ha limpiado desde hace años y que conducen a azoteas cerradas. Escaleras que llevan hacia abajo, a sótanos de locales que parecen clandestinos. Escaleras de metal, de mármol, de madera con peldaños de linóleo y pasamanos casi ancestrales.

Upper East Side NYC
Upper East Side NYC

Las fachadas están surcadas de escaleras y creo que acabaré partiéndome el cuello de tanto mirar hacia arriba. Los edificios de mi calle recuerdan a Pretty Woman, con Richard Gere subiendo por su fachada, intrépido. Se que desde alguna de esas escaleras estará cantando Audrey, aunque no pueda escucharla a causa de las obras de la estación de metro o de las bocinas de los camiones.

Upper East Side NYC
Upper East Side NYC

Mi casa no es una excepción. Cada pocos minutos me asomo, medio cuerpo fuera, y miro hacia abajo y en dirección a los edificios vecinos. Las escaleras de metal no son aptas para gente con vértigo y entre sus hierros parece que puedes escurrirte hasta la acera. Están surcadas de cables y llenas de óxido, pero pese a todo sirven de balcones improvisados, de puntos de encuentro y de lugares donde plantar algo.

Upper East Side NYC
Upper East Side NYC
Upper East Side NYC
Upper East Side NYC

Tengo que reconocer que todavía no me atrevo a ponerme a cantar. De momento me conformo con asomarme y ver la ciudad desde arriba. Una perspectiva totalmente inesperada.

Upper East Side NYC
Upper East Side NYC

Hace 4 años

Siempre había querido vivir un mayo del 68. Me gustaban las revoluciones donde no moría nadie, esas historias compuestas de cientos de pequeños relatos, aparentemente inarticulados, pero que conducían a un fin común. Oía la palabra París unido a huelga estudiantil y me parecía que no podía haber nada más romántico, más hermoso. También sentía un hormigueo en el estómago cuando se hablaba de las huelgas de los últimos años del franquismo, pero esas imágenes carecían de la luz de París. Por alguna razón las veía en blanco y negro, como si fuesen emitidas por el nodo.

Quería vivir mi particular mayo del 68 y pensaba que nunca sería posible. Los españoles no solemos ponernos de acuerdo ni salimos a manifestarnos. Yo misma podía contar con los dedos de una mano las veces que había participado en una manifestación. Para colmo, no habían servido de nada. Esa era la principal razón para creer que nunca tendría mi mes de mayo soñado: el convencimiento, tan español, de que la protesta ciudadana es inútil.

Hace cuatro años, Ardaleth y yo quedamos a tomar una cerveza. Vía Twitter se había convocado una manifestación y habíamos decidido unirnos. Apoyábamos la convocatoria, creíamos que era necesario estar allí. Además sentíamos curiosidad por saber si, aquello que se movía en las redes sociales, tendría repercusión en el mundo real. Cuando llegamos al lugar señalado, la primera impresión fue que había poca gente, pero fue empezar a andar y darnos cuenta de que éramos muchos, muchísimos, y que cada vez éramos más. Muchos más de los que habríamos podido imaginar.

Aquellos meses viví mi mayo del 68. Con asambleas, consignas, concentraciones improvisadas a través de las redes sociales y acampadas. Con indignación creciente y un sentimiento de orgullo, de emoción ante algo que era mucho más grande que yo, más grande que todos nosotros juntos. El mes de mayo de hace cuatro años cambió nuestra forma de ver las cosas, y gracias al trabajo de muchos, seguimos en construcción.

Feliz 15M.

Como decíamos ayer

Hace unos cuantos años – 9, 10, ahora mismo no lo recuerdo con exactitud, – comencé a escribir sobre todo lo que se me ocurría en un blog. El título del blog era El Intercambio Equivalente, y tomaba su nombre de la serie manga Full Metal Alchemist. Sí, era una chica muy friki. Podía pasarme toda la noche jugando a juegos de mesa, conocía los nombres de las tribus de indios americanos e iba a ciclos de cine coreano. Nada demasiado estrambótico. Ahora, muchos años después, mi frikismo se ha suavizado, o socializado, según se mire, pero perdura en algunos pequeños detalles que no tengo intención de eliminar, como son mi costumbre de utilizar palabras que la gente parece no haber escuchado jamás, disfrutar con el humor absurdo, y leer libros cuyos autores murieron hace más de 100 años, superando ampliamente la recomendación de aquel personaje de Murakami.

Dicho esto, desconozco por qué he decidido abrir un nuevo blog y, lo que es todavía más llamativo, lanzarme a escribir en él. O, siendo  más precisos, tengo una ligera idea, pero no me apetece ahondar en ella temiendo descubrir que sea demasiado absurda, rompiendo la magia. Para colmo, en vez de demostrar que los años no han pasado en balde, he optado por escoger un título, El Intercambio, que es una clara continuación de aquel blog de fondo negro que tenía una cabecera de Final Fantasy y en el que, y tal vez todo se resuma a eso, tan buenos ratos pasé.

Veremos a dónde me lleva todo esto.

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