30 de abril 2020

Ya está todo preparado. Por cosas como esta quería ser alcalde. Ni sueldo, ni privilegios, ni nada. La seguridad y satisfacción de mis vecinos es lo más importante para mí. A día de hoy puedo garantizar que está todo a punto. Hemos limpiado el mar con un buen detergente: hay un poco de espuma en la orilla, pero huele mucho mejor. Las patrullas de limpieza han gastado la lejía de todo el año para dejar cada grano de arena como los chorros del oro. La gente de control de plagas ha puesto trampas para insectos y todo bicho viviente. Para terminar, hemos escondido a lo largo y ancho de la playa unos cepos tamaño XL, porque con este virus toda precaución es poca. Ahora sí, amigos, vecinos, traigan a sus hijos sin miedo al coronavirus. ¡Que corran! ¡Que chapoteen! Yo, vuestro alcalde, declaro esta playa lugar seguro. 

23 de abril 2020

Hoy, como todos los días del libro, me he puesto mis mejores galas y he salido a la calle. El día ha acompañado y los puestos estaban a rebosar desde primera hora de la mañana. He saludado a mis libreros y a algunos escritores conocidos. He charlado con un par de editores sobre el libro electrónico. Como siempre, he comprado más libros de los que puedo leer, sobre todo de filosofía, teología y ensayo político, cosas que me hagan pensar. Al llegar a casa he dejado el botín en mi rincón de lectura y me ha entrado algo parecido a la ansiedad. Creo que me he excedido con los libros de este año. En concreto, el del pollo amarillo me parece especialmente difícil.  

16 de abril 2020

¿Dónde has ido estas vacaciones? Ah, ¿que no has salido de casa? Chica, no hace falta enfadarse, era una broma. Además, lamentarse no sirve de nada. Puedes conseguir lo que te propongas. ¿Que está prohibido? ¿Desde cuándo ha sido eso un impedimento? Querer es poder.  Yo, como soy una persona resuelta, cogí mi mascarilla, los guantes, la maleta y me planté con el coche en Barajas. Sí, te hablo totalmente en serio, ahora mismo te mando una foto. No había nadie, la gente es una sosa, por no haber no había ni aviones. Estuve un rato dando vueltas y cuando uno de seguridad me empezó a mirar raro volví por donde había venido. ¿Que para qué hice eso? Pues chica, yo qué sé, para pasar la mañana. No hace falta ponerse así. Tranquilízate. Tú respira hondo y repite conmigo: todo va a salir bien.

9 de abril 2020

Pero mira que te pones tonto, Manolo. Te juro que he ido solo al supermercado. ¿A dónde más voy a ir, si está todo cerrado? Hasta he ido por el camino corto, que a mí las calles vacías no me gustan. No, no he comprado nada más, solo lo que ves: cuatro plátanos, una cebolla, tres tristes manzanas y un pimiento. ¿Que cómo he tardado tanto? Cómo se nota que tú no has tenido que manejar una de esas bolsas de plástico con guantes. Empiezas a frotar, como si intentases hacer fuego con un palito, durante diez minutos, hasta que la puñetera bolsa decide abrirse. Es más fácil que esas bolsas empiecen a arder a que se abran. Yo no vuelvo más, que parezco lela. Hale, me voy a lavar las manos. 

1 de abril 2020

Mi prima, en cuanto empezó la cuarentena, se fue a comprar un perro. Desde entonces nos llena el chat familiar de fotos del chucho y de ella en la calle a todas horas, debe de ser el perro más paseado de todo Madrid. A mí no me engaña, que ese animal es adoptado. Ni raza, ni pedigrí ni nada. Seguro que lo ha conseguido en la perrera municipal, con ese pelo estropajoso y aspecto de bicho apaleado. Yo no iba a ser menos que mi prima, que siempre anda presumiendo porque vive en la capital, y me he comprado un caballo. ¡Buena soy yo! Así que aquí estoy, todo el día trotando monte arriba monte abajo, con miedo a que me pille la Guardia Civil. Me duele el culo de tanto cabalgar y el otro día casi me descalabro haciéndome un selfie para mandar al chat de la familia, pero da igual. En épocas difíciles todos tenemos que arrimar el hombro. 

25 de marzo 2020

No sé cuánto tiempo más podré soportarlo. Todos los días la misma cantinela: dan las ocho y mi vecino del islote de enfrente se pone a aplaudir, plasplasplas, así durante espacio de diez minutos. Que digo yo, por qué vine a vivir encima de esta roca, debería haberme quedado en un piso moderno con unos buenos cerramientos. Aquí se oye todo, y claro, no quiero que piensen que soy un desagradecido, así que me asomo y yo también aplaudo, plasplasplas. Aunque a mí esto ni me va ni me viene, que el virus tendría que contagiarse a cinco kilómetros de distancia para que me pasase algo. Y para colmo, me da el sol en los ojos, eso me pasa por coger una casa orientada al Oeste y no al Sur, como yo quería. Pero ya sabemos que la casa perfecta no existe. 

18 de marzo 2020


La brisa en el rostro. El olor característico del mar. ¿Oyes eso? Son gaviotas. Si escuchas con un poco más de atención, descubrirás que también hay otros pájaros. Las olas que te salpican el rostro, los brazos y las piernas desnudas. Las piedras que se clavan en la planta del pié a cada paso. El regusto del agua salada en el paladar. Subir hasta el punto más alto y tratar de alcanzar con la vista el final del horizonte. 

Es agotador. Quién pudiese quedarse en casa un ratito. 

12 de marzo 2020

Desde que empezó todo, he tenido que recurrir al mercado negro. Al principio me resistí: no quería empeñar los ahorros de media vida en unos rollos de papel higiénico, pero pronto no me quedó otra opción. De todos modos, ahora el dinero ya no tiene valor. Reparto cadenas de oro y billetes de cien a cambio de cuatro limones y dos patatas con total despreocupación. Las mascarillas que robé del hospital justo antes de que estallara la pandemia nos permitieron comer durante meses. Ahora, he tenido que recurrir a otros alimentos menos apetitosos. Me pregunto a qué sabrá este bicho, pangolín, creo que se llama. Qué más da, seguro que con tomate está muy rico. 

5 de marzo 2020

— ¿Nos podemos ir ya?

— Camille, no seas bruta. Si apenas he empezado a pintar.

— Esto es aburridísimo. Aquí sólo hay mosquitos. ¡Me están comiendo viva!

— Es un paisaje idílico. Fíjate bien: el agua, el puente, el reflejo de los árboles sobre el río. ¿No te parece maravilloso?

— Es lo mismo de siempre, Claude. 

— Eso no es verdad. Ya verás cuando dibuje los nenúfares. ¡Te va a encantar!

— Tú y tus nenúfares. Me tienes harta. 

Camille arruga la nariz en un gesto que la hace parecer una niña pequeña. Él decide ignorar el comentario. 

— Si tan cansada estás de los nenúfares, dime: ¿Qué añadirías tú al cuadro?

— Unas piernas saliendo del agua, como nadadoras de sincronizada —había respondido Camille sin dudarlo. —O una mujer desnuda. Ahí mismo, en el césped, mientras hace un picnic. 

— Ajá…

Ambos habían permanecido callados durante los siguientes minutos, sin mucho más que decir. Finalmente, Camille había hablado con voz hosca:

— Estás pintando nenúfares, ¿verdad?

— Exactamente.

— Lo sabía. 

26 de febrero 2020

Como siempre, vamos tarde. Hemos invertido cinco largos minutos en buscar mis llaves, que habían desaparecido misteriosamente, hasta que me he dado cuenta de que estaban guardadas en el bolso. Cuando por fin llegamos a la reunión, sudados y de mal humor, ya han sacado la guitarra. La madre de uno de los niños me explica que la tutora quiere enseñarnos las canciones de este mes y, sin más demora, se arranca con un Que llueva, que llueva, la virgen de la cueva. Esta me la sé, pienso, segura de mí misma, pero cuando me lanzo a cantar la profesora, de normal dulce y sonriente, me fulmina con la mirada. Esa nota es un sol, me corrige, acusadora. No un la. Y, después de asegurarse de que me ha quedado claro, vuelve a empezar. Intentando disimular mi bochorno inclino la cabeza y no me atrevo a levantarla del suelo, hasta que alguien me tira un papelito. Sorprendida, lo recojo de debajo de la silla con rapidez y, temiendo la mirada de la profesora, lo leo a escondidas: cada vez es más difícil ser padre, dice.

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